Por César Hildebrandt
El Coronavirus funciona como un desemascarador: allí están los
que compran por toneladas para encerrarse en sus casas y aguardar la muerte del
vecino. ¿Solidaridad? ¡Pamplinas! En Lima o en Madrid las mascarillas se
acaparan, el miedo cunde, los anaqueles se vacían: el viejo mono se trepa al
árbol más alto mientras el tigre de la muerte mira con codicia.
Los que matan en mancha, los que dicen que el el calentamiento
global es un invento liberal, los que permiten que los palestinos sean cazados
como moscas y encerrados en jaulas, ahora parecen preocupados por el destino de
la humanidad. ¡Farsantes!
La señora Merkel súbdita de los Estados Unidos, miembro del club
de los que cortan el jamón, anuncia que el 70% de la población mundial puede
infectarse. ¿Infectarse de qué? ¿No hablamos acaso de una especie hace rato
infectada por el consumismo, la irresponsabilidad social, la quiebra ética, el
corporativismo con antifaz y porra, el asesinato con método, el encubrimiento
como filosofía, el abuso como norma, la desigualdad como mandato y diosito como
alucinógeno.
La Tierra está harta del ser humano. Supura la tierra enferma de
antropocentrismo. El hombre es el coronavirus del planeta. Vive el hombre como
un parásito y, como todos los virus, aspira tanaticamente a dar muerte a su
huésped. Por eso seguimos perforando en busca de petróleo y malogrando
sucesivos paraísos y masacrando toros en plazas inmundas. La naturaleza ya no
nos reconoce como suyos. Somos sus enemigos. Quienes nos creen sus hermanos son
los incendios forestales, las lluvias ácidas, las mareas rojas, los huracanes
fuera de temporada. El deshielo de la Antártida nos ama. El fracking nos guiña
el ojo. Los plásticos del océano corean nuestro nombre.
Un país donde se come todo lo que camina, vuele o arrastre hizo
que el virus de estos momentos pasase del reino animal al de los humanos. Según
cifras oficiales, en las que no creo, han muerto 3, 158 chinos por esta causa.
Menuda ofrenda a la parca. Mao mató de hambre y purgas a unos quince millones y
pocos dijeron algo. Las guerras del opio que Occidente perpetró en China
mataron a cientos de Miles y nadie protestó demasiado. Así somos de virales.
Hay menos de 5,000 muertos por la pandemia, según la OMS. Pero
sólo en Sudan del Sur han muerto 385,000 personas en una guerra civil
interminable. ¿ Y los 131,000 muertos en Afganistán, contados desde el 2001, el
año cero de la peste imperialista desatada por Bush hijo, el de las habilidades
diferentes. ¿ Y los 380,000 muertos en Siria? Esos no contagian, ¿verdad? Por eso
no suelen nombrarse. Por eso no se leen. Por eso no se temen.
¿O hablamos de Yemen, dónde el 80% de la población
"necesita ayuda humanitaria para sobrevivir" según la ONU y donde,
según Acnur, " puede producirse la peor hambruna de los últimos cien años"?
¿ No le gusta, amable lector, que le hable de Yemen? ¿Qué la parece Somalia,
que vive un conflicto interno que dura ya 30 años? ¿ Y qué opina de Irak, dónde
la intervención estadounidense produjo, del 2003 al 2006, más de 600,000
muertes?
Qué distantes se ven esos cadáveres. Qué lejos suenan esos
fusiles, esa bombas inteligentes, esos cohetes disparados desde submarinos. Qué
extranjeros son esos gemidos y qué remotos son los niños que mueren en alguna
orilla hostil. Mucho más cercanos nos parecen los miedos actuales de los
italianos - tatarabuelos de los D'Onofrio, esos que se negaron a aceptar a los
refugiados de piel oscura y los echaron a la mar de una aduanera patada.
Aterricemos en nuestro proto-país, conato de nación, borrador de
proyecto. Aquí sale el señor Vizcarra a decir que estamos listos para enfrentar
el desafío. No es cierto. Es mentira. Es analgésico decir eso. Es ridículo
repetirlo.
Si nos ocurre lo de Italia, tendremos un problema colosal. Y
nadie puede negar que puede ocurrirnos lo de Italia.
¿Tendríamos que escandalizarnos si eso sucede?
Seríamos cínicos si lo hicieramos. ¿ Cuántos años hemos perdido
mientras nuestros servicios de salud colapsaban, los médicos eran los apestados
del salario, los baños de las pistas se atoraban, los aparatos clamaban por
repuestos. ¿Cuántos años de presupuestos canallas, carencia de propósitos de
mediano plazo y déficit en superestructura sanitaria? ¿Cuántos años de compras
ladronas, de no-compras, de negocios sucios en el sector salud? ¿Cuántas veces
nuestros ministros sectoriales dijieron que las cosa iban a cambiar sabiendo
que no tenían dinero para ningún cambio importante?
¿Escandalizarnos? Si el Covid-19 se ensaña con nosotros,
pagaremos todas las culpas de cuartomundistas que hemos contraído.
La humanidad está asustada. Un virus la ha puesto a pensar que
la vida es frágil y quizá valiosa. Trump cancela los vuelos que salen de
Europa. En algún laboratorio gigantesco algunos deben estar calculando a cuánto
deberían vender la vacuna contra el Covid-19 y quiénes podrán pagarla. Eso
somos.
"Hildebrandt en sus trece"
Viernes ,13 de Marzo del 2020.
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